Cuando el sobrino del jefe revela problemas de salud en la empresa
De pie frente a la máquina de café escuché el caso de Joaquín, el encargado jefe de una empresa familiar dedicada a la fabricación de bollería artesanal. Era una empresa con un excelente producto y debido a una demanda creciente e inesperada habían ido incorporando un gran número de máquinas y empleados.
Joaquín, el responsable de producción, recibió el encargo del dueño de la empresa para encontrarle un puesto de trabajo al sobrino.
—Que este verano sepa lo que es trabajar, a ver si de una vez se decide a sacarse el Bachillerato. Qué se canse al final del día— y la siguiente puntualización del gerente le hizo sonreír— Pero por Dios, Joaquín, ¡qué no se me lesione! ¡No quiero escuchar a mi cuñada llamándome negrero en todas las comidas familiares!
—Por supuesto. Aquí somos gente profesional y con valores.
En la fábrica contaba con más de 150 personas, y Joaquín estaba seguro de que el chaval podría echar una mano en algún puesto. Parecía sencillo.
«Mozo de almacén», pensó. «Para descargar mercancías de camiones y organizar productos en el almacén no necesita mucha experiencia y los veteranos le pueden ayudar. El ritmo es alto pero los más veteranos le pueden ayudar».
Agarró el teléfono para llamar al responsable del almacén, pero recordó que hacía meses que éste le pedía comprar una traspaleta eléctrica. Tenía su propuesta en alguna de las pilas de papeles sobre su mesa. Varios trabajadores que realizaban tareas de picking habían tenido problemas lumbares y en el muelle de expedición eran frecuentes las quejas e incluso lesiones por el esfuerzo excesivo al tirar de la traspaleta manual para trasladar las cargas.
«Mejor lo mando a mantenimiento», pensó. «Que eche una mano cambiando los moldes en la línea de galletas. Usar una llave inglesa no le hará daño».
—Perfecto, necesito a alguien mañana mismo— le respondió el responsable de mantenimiento ante la solicitud de Joaquín— Precisamente tengo de baja a dos mecánicos y he tenido que cambiar de sección al encargado, porque le han diagnosticado “codo de tenista”, y eso que ni siquiera sabe coger una raqueta, jeje. Los de Prevención me tienen loco, me dicen que hay que cambiar el procedimiento con el hemos trabajado toda la vida, como si eso sirviera para algo.
En ese momento, Joaquín se imaginó al chaval cambiando los moldes debajo de la cortadora. No, mejor pensaba en otra tarea.
«La línea de artesanos. Coger un trozo de masa y hacer una rosquilla no requiere mucha fuerza. Llamaré a Recursos Humanos a ver en qué turno puede empezar».
—Tengo que cubrir huecos para la línea de rosquillas y para la de envasado de magdalenas— le comentó la responsable de personal—. Hará 4 horas en cada línea, no podemos parar. Acabo de ver el informe y resulta que tenemos a tres formadoras de baja por tenosinovitis en las muñecas. Estarán al menos un mes de baja cada una. Me viene fenomenal nuevo personal.
«Ah, sí, las tendinitis… seguro que por eso proponían cambiar la distribución de las pausas y la duración de las rotaciones… Uf, a ver si envío al muchacho ahí y en una semana me aparece con la muñeca como un huevo…»
Ahí estaba Joaquín, con el café de máquina entre las manos, agobiado por no tener un puesto para el sobrino del jefe que no comprometiera su salud. Pero lo que más le atormentaba era, sin duda, que mientras se estaba dejando la piel por la empresa, dedicándole más horas que a su propia familia, su gestión parecía no estar siendo eficiente. Le sonó el móvil, miró la pantalla y tragó saliva antes de responder.
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Una gestión que integre la ergonomía en el entorno laboral no solo previene lesiones y afecta a la productividad, sino que puede impactar en el crecimiento de la empresa.
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